La valiente Irene de bien pequeña se
tuvo que separar de sus padres para irse a trabajar, ahora de mayor sigue
siendo infatigable y tiene a todos sus hijos y nietos muy cerca.
De su cuerpecito nacieron ocho hijos,
la mayor hace años, vive vecina en el cielo.
Pasó del hambre de la postguerra a
cocinar las más exquisitas comidas. De caminar de niña, del Berro a Alhama a
sacarse el carnet de conducir. Pasó del luto al pantalón vaquero. Clásica y
moderna a la vez.
Su templo es la iglesia y su alegría
sus doce nietos. Sus plantas y los perros la necesitan.
En sus manos se cuenta cada puntada y
puntos de molde, cada racimo de uva…En las grietas de sus palmas, cada bayeta y
fregona y entre sus dedos las masas de bizcochos y arroces…
En sus sueños se enumeran las
entradas de cine vendidas y sus cortos y reparadores viajes.
En su nostalgia recuerda cada biberón
y pañal cambiado, cada caricia y cada despedida…
En su cara cuántas sonrisas y cuántas
lágrimas…
En su corazón están infinitas
personas a las que quiere y la quieren pero un sólo hombre en su vida,
Gregorio.
Sin haber ido a la escuela hoy es
maestra, de una mano va de Jesús y de la otra mano de Buda, por su humildad,
generosidad y compasión.
Saca sobresaliente en ayudar a los
demás y compartir. Y tiene un master de
enfermería. Muchas gracias mamá y abuela…
Ojalá hubiese más personas como tú en
el mundo…un sabio modelo a seguir.
Qué preciosidad de texto, qué bonitas palabras para definir tanto. Un beso grande a las dos
ResponderEliminarTe felicito por la madre que tienes y a ella por la hija que tiene.
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